La gente no versada en finanzas no termina de entender el
maquiavélico artilugio de la "moneda única" y la deuda odiosa. El
Sanedrín Financiero ha inventado dinero hasta alcanzar los límites del sistema,
es imposible seguir haciéndolo sin que este salte por sus costuras, para paliar
este volcán en erupción financiero, Alemania ha decidido establecer la
inflación 0, naturalmente no para todos, Alemania sigue invirtiendo y creando
industria y puestos de trabajo, ¿como evitar entonces el crecimiento de la deuda?
¡Pues quitando el dinero que los PIGS necesitan para sobrevivir, es el
"subamos el dinero en poder de los de la base de la pirámide a la
cúspide" de los directivos de Enron. Mediante recortes brutales en
servicios y negación total de crédito, el monto en poder de los PIGS disminuye
y compensa la emisión de monetario en Alemania. Mediante el anillo de poder
euriano, los PIGS no pueden devaluar y se ven sometidos a decrecer. ¡Los
walkirios son unos genios!
ZHU DE 朱德
Zhu
lunes, 5 de enero de 2015
viernes, 26 de diciembre de 2014
El Decrecimiento lleva inevitablemente al Exterminio.
A finales de los 70, la tasa de reposición financiera llegó
al tope máximo, ya no se podía extraer la suficiente inversión productiva de
los rendimientos de la economía real productiva, en ese momento las altas
esferas del Sanedrín Financiero decidieron comenzar a extraer dinero de la
nada, o traerlo del futuro. Bajaron el interés a nivel 0 y bonalizaron los
créditos, eso creó una gigantesca burbuja de derivados tóxicos que no ha parado
de crecer. El destino inevitable de todo ello era la explosión supernóvica de
tal globo de hidrógeno, solo cabía una solución momentánea: el
Decrecimiento. La burbuja se mantendría
dentro de límites controlables mediante el saqueo del dinero con el que
sobreviven las clases bajas, es decir un exterminio a cámara lenta y
controlado. Así, comenzaron a implantar una política de “recortes”, en realidad
una política así, realizada sobre una población global que ha roto las costuras
demográficas significa lisa y llanamente el exterminio, no se puede volver a
una economía de 1932, antes de la motorización con 7.000 millones de habitantes,
cuando en esa época solo había 2.000 millones, pero no cabía otra solución si
se quería mantener el Sistema tal como
es. Naturalmente los recortes comenzaron por los estados más proclives a ello;
las antiguas dictaduras militares del sur de Europa. Poblaciones trabajadas por
el refuerzo negativo de dichas dictaduras y poco proclives a resistir el
decrecimiento, el experimento ha sido un éxito completo, Grecia, Portugal y
España aceptan los recortes genocidas sin la más mínima protesta, incluso los
nuevos salvadores aceptan el decrecimiento con retoque cosméticos. La
experiencia del exterminio judío en centro Europa en los 40 ha sido útil, unas
poblaciones urbanas y dependientes cumplirán la ley hasta las puertas del campo
de exterminio, la suerte está echada.
sábado, 6 de diciembre de 2014
La Liga de los Justos o la conquista del Imbécil.
“Tratad
a la masa como al más imbécil de ellos”
Joseph
Goebbels.
Mi vida
se apaga, mi vista se desvanece, pero recuerdo al guerrero de las urnas, el
Guapo Pablo, él, con su Liga de los Justos peleando con la Oligarquía Casposa
Española. Una pelea desigual, donde los saqueos y trapisondas de los de la
Casposa no cuentan, sin embargo, estos cándidos guerreros de la urnera,
pensaban que mostrando su desnuda realidad, convencerían al Imbécil. Los de la
Casposa, desesperados y conscientes de que su credibilidad rozaba el cero
Kelvin, recurrieron a una medida desesperada; había que encontrar alguna falta,
algún desdoro, alguna trapisonda en el pasado de los Justos, y lo encontraron,
unas facturas sin iva por aquí, un contrato sin las debidas formalidades por
allá. De nada sirvió a los Justos alegar que la Casposa tenia de eso por
montañas, aquí lo se jugaba era el fuero, no el huevo, el Imbécil vaciló, si
todos era iguales, ¿Por qué probar con unos imberbes? Después de todo, mas valía
ladrones conocidos, ese era precisamente el objetivo de la Casposa, los Justos
eran débiles y cándidos, pretendían que ir con la verdad por delante bastaba,
no sabían que en la política de los tribunos de la Plebe, lo que vale es
engañar al Imbécil, para ello había que disponer de un selecto cuerpo de
fontaneros capaces de encontrar cualquier tipo de infamia en el enemigo, falsa
o real era irrelevante, lo que contaba era la voluntad de decisión del Imbécil,
que como su nombre indica, es El Imbécil.
lunes, 4 de agosto de 2014
miércoles, 2 de julio de 2014
El Asunto de los Cartuchos de fusil con grasa de vaca.
Por su trascendencia, paso a publicar un extracto del libro
LOS GRANDES ENIGMAS HISTORICOS DE ANTAÑO 11
Concretamente el capítulo referido a la Rebelión de los Cipayos en la India de 1857
En el se describe la conjura de los cartuchos de grasa de vaca, considerada la mas grande y mejor operación de intoxicación política de la Historia.
Para que la explosión se produjese no faltaba más que una chispa; y ésta vino con el famoso asunto de los cartuchos. Es lo que había provocado ya los motines, rápidamente reprimidos, de 1856,mas la agitación no había terminado. Los ingleses habían decidido reequipar a las unidades indígenas con un nuevo fusil, el fusil Enfield, que reemplazaba a un mosquetón, el Brown Bess —pasado de moda y pesado— del que los cipayos estaban provistos hasta entonces. Pero el nuevo fusil, cuyo uso aprendían varias unidades cipayas reunidas en el campo de entrenamiento de Dum-Dum, en los alrededores de Calcuta, tenía la particularidad de utilizar un cartucho grasoso que había que desgarrar con los dientes parí volcar el contenido en el cañón.
Se había extendido entre los cipayos el rumor de que la grasa utilizada para confeccionar los cartuchos ¡era una mezcla de grasa de buey y grasa de cerdo! Era una afirmación explosiva, siendo el buey un animal sagrado para los hindúes y el cerdo —al menos la carne y la grasa de cerdo— un animal odioso para los musulmanes...
Nunca se ha sabido, exactamente, quién había tenido la genial idea de hacer correr este «bulo» entre los cipayos, pero se puede afirmar que se trata de uno de los mayores éxitos logrados por las «armas psicológicas» en una época en que ni siquiera se conocía el término. Era el medio más simple y más eficaz para hacer estallar el ejército de las Indias y levantar a toda la población contra los ingleses. Cuatro años antes, un general inglés, el general Tucker, jefe de estado mayor del ejército de las Indias, había presentido el peligro y había subrayado el inconveniente que habría en utilizar grasas animales en la confección de cartuchos. A lord Canning también le había conmovido el asunto, pero el general Anson había dado pruebas de una actitud intransigente al declarar a todo el que quería oírle que él no se dejaría influenciar por «prejuicios estúpidos», según su propia expresión. ¿El rumor que corría por los campos —Dum-Dum primero, después Ambala y Sialkot— era solamente un «bulo» como el que decía que las viudas británicas de la guerra de Crimea iban a ser casadas con príncipes hindúes para hacerles niños cristianos? Los análisis efectuados por orden de las autoridades británicas probaron que sólo grasa de oveja —animal que ofrece la ventaja de no tener nada de ofensivo ni para los hindúes ni para los musulmanes— había sido utilizada para fabricar los cartuchos de los fusiles Enfield. Pero, según algunos testigos británicos, es probable que algunos lotes de cartuchos hubieran sido fabricados con grasas de buey y de cerdo.
Sea como sea y a pesar de las declaraciones británicas desmintiendo el rumor, los cipayos, alocados, rechazaban sistemáticamente tocar los cartuchos ni de cerca ni de lejos.
Era inevitable un incidente. Ocurrió el 23 de abril. Aquel día, el coronel George Carmichael Smyth, que mandaba en
Meerut una importante guarnición situada a ochenta kilómetros al nordeste de Delhi, entre el Jumna y el Ganges, al volver del permiso, se enteró, encolerizado, de que su regimiento —el tercer regimiento de caballería ligera— se negaba a manipular los cartuchos «intocables». Hizo reunir enseguida a sus hombres y les ordenó tomar los cartuchos. Smyth recorrió personalmente las filas para exhortar a sus hombres. Ante su confusión y su cólera, ochenta y cinco cipayos se negaron a
obedecerle. Furioso, redactó en el mismo campo un informe para su inmediato superior, el general Hewitt —un viejo y obeso general que había luchado en las guerras napoleónicas—, pidiendo el juicio de los rebeldes por una corte marcial.
Desde entonces, había comenzado un proceso irreversible y, por la decisión del coronel Smyth, los ingleses habían caído bonitamente en la trampa que los provocadores les habían tendido a través del terror sencillo y sagrado que habían hecho nacer entre los cipayos.
Un juicio aparente, en el que tuvieron que participar quince suboficiales indígenas, nueve hindúes y seis musulmanes, tuvo lugar el 8 de mayo en Meerut. Los acusados ni siquiera tuvieron derecho a hablar. Todos estaban condenados: diez años de prisión y, lo que era más grave aún, privación de la pensión a la que tenían derecho después de largos años de buenos y leales servicios.
A la provocación, las autoridades británicas respondían con otra provocación. Hicieron más todavía: el general Hewitt, que sin embargo no se había entusiasmado con la idea de este proceso, quiso agregar algo más y, sintiendo bruscamente un gusto por la represión, el grueso e impotente hombre —ni siquiera podía montar a caballo de obeso que estaba— ordenó, cosa que no estaba prevista en el reglamento, que los condenados fueran encadenados delante de las tropas: humillación suplementaria que tendría graves consecuencias.
En efecto, durante toda esta «ceremonia» que duró varias horas, los prisioneros, entregados a los herradores, no cesaron de pedir ayuda a sus compañeros que asistían, llorando a menudo, al tratamiento ignominioso infligido a los ochenta y cinco rebeldes.
El día siguiente era domingo. Profundamente conmovidos por la escena de la víspera, se arrastraban, ociosos, por las calles recalentadas de este «desierto» polvoriento y triste que es Meerut, una especie de ciudad lunática de los trópicos.
Los ingleses acababan de terminar su siesta en los bungalows. Se preparaban para la misa de tarde de la iglesia Saint— John. Tranquilo y triste domingo de Meerut: al atardecer una orquesta dirigida por un maestro alemán daría un concierto en el quiosco de música que tenía la pretensión de dar a Meerut un aspecto de balneario.
Entonces estalla la rebelión. En varios lugares a la vez, como un incendio de varios focos. ¿Había habido preparación? Ya, por la tarde, se habían visto en la ciudad grupos de forasteros,
venidos sin duda de los pueblos vecinos y que parecían sperar una señal.
Editions de Crémille, Geneve.
LOS GRANDES ENIGMAS HISTORICOS DE ANTAÑO 11
Concretamente el capítulo referido a la Rebelión de los Cipayos en la India de 1857
En el se describe la conjura de los cartuchos de grasa de vaca, considerada la mas grande y mejor operación de intoxicación política de la Historia.
Para que la explosión se produjese no faltaba más que una chispa; y ésta vino con el famoso asunto de los cartuchos. Es lo que había provocado ya los motines, rápidamente reprimidos, de 1856,mas la agitación no había terminado. Los ingleses habían decidido reequipar a las unidades indígenas con un nuevo fusil, el fusil Enfield, que reemplazaba a un mosquetón, el Brown Bess —pasado de moda y pesado— del que los cipayos estaban provistos hasta entonces. Pero el nuevo fusil, cuyo uso aprendían varias unidades cipayas reunidas en el campo de entrenamiento de Dum-Dum, en los alrededores de Calcuta, tenía la particularidad de utilizar un cartucho grasoso que había que desgarrar con los dientes parí volcar el contenido en el cañón.
Se había extendido entre los cipayos el rumor de que la grasa utilizada para confeccionar los cartuchos ¡era una mezcla de grasa de buey y grasa de cerdo! Era una afirmación explosiva, siendo el buey un animal sagrado para los hindúes y el cerdo —al menos la carne y la grasa de cerdo— un animal odioso para los musulmanes...
Nunca se ha sabido, exactamente, quién había tenido la genial idea de hacer correr este «bulo» entre los cipayos, pero se puede afirmar que se trata de uno de los mayores éxitos logrados por las «armas psicológicas» en una época en que ni siquiera se conocía el término. Era el medio más simple y más eficaz para hacer estallar el ejército de las Indias y levantar a toda la población contra los ingleses. Cuatro años antes, un general inglés, el general Tucker, jefe de estado mayor del ejército de las Indias, había presentido el peligro y había subrayado el inconveniente que habría en utilizar grasas animales en la confección de cartuchos. A lord Canning también le había conmovido el asunto, pero el general Anson había dado pruebas de una actitud intransigente al declarar a todo el que quería oírle que él no se dejaría influenciar por «prejuicios estúpidos», según su propia expresión. ¿El rumor que corría por los campos —Dum-Dum primero, después Ambala y Sialkot— era solamente un «bulo» como el que decía que las viudas británicas de la guerra de Crimea iban a ser casadas con príncipes hindúes para hacerles niños cristianos? Los análisis efectuados por orden de las autoridades británicas probaron que sólo grasa de oveja —animal que ofrece la ventaja de no tener nada de ofensivo ni para los hindúes ni para los musulmanes— había sido utilizada para fabricar los cartuchos de los fusiles Enfield. Pero, según algunos testigos británicos, es probable que algunos lotes de cartuchos hubieran sido fabricados con grasas de buey y de cerdo.
Sea como sea y a pesar de las declaraciones británicas desmintiendo el rumor, los cipayos, alocados, rechazaban sistemáticamente tocar los cartuchos ni de cerca ni de lejos.
Era inevitable un incidente. Ocurrió el 23 de abril. Aquel día, el coronel George Carmichael Smyth, que mandaba en
Meerut una importante guarnición situada a ochenta kilómetros al nordeste de Delhi, entre el Jumna y el Ganges, al volver del permiso, se enteró, encolerizado, de que su regimiento —el tercer regimiento de caballería ligera— se negaba a manipular los cartuchos «intocables». Hizo reunir enseguida a sus hombres y les ordenó tomar los cartuchos. Smyth recorrió personalmente las filas para exhortar a sus hombres. Ante su confusión y su cólera, ochenta y cinco cipayos se negaron a
obedecerle. Furioso, redactó en el mismo campo un informe para su inmediato superior, el general Hewitt —un viejo y obeso general que había luchado en las guerras napoleónicas—, pidiendo el juicio de los rebeldes por una corte marcial.
Desde entonces, había comenzado un proceso irreversible y, por la decisión del coronel Smyth, los ingleses habían caído bonitamente en la trampa que los provocadores les habían tendido a través del terror sencillo y sagrado que habían hecho nacer entre los cipayos.
Un juicio aparente, en el que tuvieron que participar quince suboficiales indígenas, nueve hindúes y seis musulmanes, tuvo lugar el 8 de mayo en Meerut. Los acusados ni siquiera tuvieron derecho a hablar. Todos estaban condenados: diez años de prisión y, lo que era más grave aún, privación de la pensión a la que tenían derecho después de largos años de buenos y leales servicios.
A la provocación, las autoridades británicas respondían con otra provocación. Hicieron más todavía: el general Hewitt, que sin embargo no se había entusiasmado con la idea de este proceso, quiso agregar algo más y, sintiendo bruscamente un gusto por la represión, el grueso e impotente hombre —ni siquiera podía montar a caballo de obeso que estaba— ordenó, cosa que no estaba prevista en el reglamento, que los condenados fueran encadenados delante de las tropas: humillación suplementaria que tendría graves consecuencias.
En efecto, durante toda esta «ceremonia» que duró varias horas, los prisioneros, entregados a los herradores, no cesaron de pedir ayuda a sus compañeros que asistían, llorando a menudo, al tratamiento ignominioso infligido a los ochenta y cinco rebeldes.
El día siguiente era domingo. Profundamente conmovidos por la escena de la víspera, se arrastraban, ociosos, por las calles recalentadas de este «desierto» polvoriento y triste que es Meerut, una especie de ciudad lunática de los trópicos.
Los ingleses acababan de terminar su siesta en los bungalows. Se preparaban para la misa de tarde de la iglesia Saint— John. Tranquilo y triste domingo de Meerut: al atardecer una orquesta dirigida por un maestro alemán daría un concierto en el quiosco de música que tenía la pretensión de dar a Meerut un aspecto de balneario.
Entonces estalla la rebelión. En varios lugares a la vez, como un incendio de varios focos. ¿Había habido preparación? Ya, por la tarde, se habían visto en la ciudad grupos de forasteros,
venidos sin duda de los pueblos vecinos y que parecían sperar una señal.
Editions de Crémille, Geneve.
martes, 3 de junio de 2014
El Rey que escapó.
Algo no cuadra, en el peor momento, cuando los dos partidos
del Artilugio pasan por sus horas más bajas, cuando una fuerza externa, en
principio, a dicho Artilugio amenaza con aglutinar a la izquierda ursulínica y
radicalizar sus melifluas posturas, en ese momento, va la tercera pata del
Artilugio y se las pira, dejando a las otras dos, sobre todo a la pata izquierda
colgando de la brocha. Sin líderes, sin programa, teniendo que recurrir a sus
floreros, ahora les obligan a poner buena cara y apoyar a la monarquía militar.
Después de esto los ex-bilderbergs (ya no los quieren ni en el Club) van
directos al Sto Vo Kor. ¿Porque en el peor momento, repito, el monarca toma las
de Villadiego cuando había asegurado con muy malos modos que el moriría con las
botas puestas? y además tal afirmación rotunda había sido coreada por los sicofantes
habituales. Ahora resulta que la decisión estaba tomada desde el Pleistoceno y
todo el mundo estaba encantado de conocerse ¿Toman a los ciudasúbditos por
imbéciles una vez más?
sábado, 19 de abril de 2014
De Kerensky a Múnich, el camarada Putin abre y pierde en dos jugadas.
La
estrategia de Vladimir Vladimirovich parecía que iba por buen camino, su
resolución ante la enosis(*) de Crimea había dado resultado, la población
crimeana y la rusa, arrastrados por su liderazgo, se habían puesto detrás de su
bandera y habían obligado a los nazis de Kievekistán a aceptar su estruendosa
derrota. Pero quedaba el segundo movimiento de la partida; el Transdnieper.
Todos esperábamos una jugada similar, fingida contención, apoyo subrepticio a
los antifascistas y finalmente, la anexión.
En vez
de esto, Pedro el Grande (¿o deberíamos decir a partir de ahora, el Pequeño?)
acepta realizar una conferencia de infaustos recuerdos y llega a un acuerdo con
las Potencias y sus patrocinados los nazis de Kievekistán; el retira su apoyo a
los antifascistas de Krivoy Rog, a cambio los nazis y su patrocinador Obama
Palpatine se compromete a una zapateresca(**) “federalización” del país. ¿Cómo es
posible tal cambio de postura? ¡Pero si tenía la jugada prácticamente ganada! Le
hubiese bastado con seguir apoyando bajo cuerda a los antifascistas, pasarles
unos cuantos misiles SAM y anti tanque, y estos se hubiesen encargado solos de
los fascistas, en vez de eso, abandona a los patriotas y da aire a los
desmoralizados nazis de Maidan.
La
Historia rusa demuestra que los rusos suelen pecar de ingenuos, no suelen
reaccionar hasta que el enemigo divisa los muros del Kremlin, ante esto, solo
puedo hacer dos consideraciones.
Camaradas
de la República Popular de Donentzs ¡Resistan, son ustedes un ejemplo para los
antifascistas del Mundo!
Camarada
Putin, espero no tener que verles combatiendo en Jimki (***)
(*)
Enosis, pretendida unión de Chipre con Grecia propugnada por los nacionalistas
griegos.
(**) Zapateresca
, relativo a Zapatero, melifluo y amanerado primer ministro español, más
conocido por su parecido con el personaje volteriano Pangloss
(***)
Jimki, punto más cercano a Moscú al que pudieron llegar las tropas nazis el 5
de diciembre de 1941.
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